jueves, 31 de enero de 2008

Indiferencia - Segunda parte

Enfundó el revolver. Se puso de pie algo cansado y pasó el cigarrillo de su mano derecha a la izquierda, al tiempo que con poca destreza zurda tiraba, con una extraña pulcritud, las pocas cenizas del lucky en el piso del tren. Se inclinó hacia el cadáver y lo tomó del cuello con la diestra, sin importarle la sangre oscura que comenzó a fluir por sus dedos y empaparle la manga del abrigo que se tornó de un color bordó en pocos segundos.

Él los llamaba "gremlins" ("total los derechos de autor ya no estaban vigentes" ironizaba por momentos). Eran criaturas de aspecto humanoide: algo más delgadas que un homo sapiens, de color marrón, cubiertas por un pelo no muy espeso pero abundante que oscilaba entre el moreno y el castaño, uñas largas aunque no por ello peligrosas, dientes putrefactos y unos ojos aterradores ("irradian fanatismo" se repetía en cuanto se manifestaban terroríficamente en su memoria). Todos llevaban una armadura inservible que les cubría desde los pies hasta las rodillas, la cintura, el pecho, el abdomen, de las manos a los codos, teniendo su colofón en unas hombreras ("cutres") y una celada que le llamaba la atención por la similitud con los cascos de guerra convencionales de los hombres, solo que éste llegaba casi hasta la nariz, dejando una abertura rectangular en donde se ubicaban sus fosas oculares y todo esa substancia rancia y corrupta que les servía a esas aberraciones para plasmar el terror.

La sangre chorreaba bruscamente contra el suelo, decorándolo de un matiz carmesí oscuro. Oscar cara a cara con el gremlin logró atisbar el iris ahora sorprendentemente grisáceo del mismo, antes de que lo arrojara violentamente sobre los asientos, situados en cuatro, ahora frente a él...

...los disparos habían entrado por la boca y atravesado el casco...

Prendió otro lucky al tiempo que se deshacía, antes de quemarse, de la colilla anterior (de la que había saboreado dos caladas) y miró por una de las ventanas ignorando un vago reflejo de sí mismo...

... todo había ocurrido tan rápido...

No se sabía de dónde aparecían los bichos, lo cierto es que se comportaban como un ejército entrenado que salido de la nada arrasó con todo y con todos, antes de que la situación pudiese ser frenada y abordada por los gobiernos o por la misma raza humana. Ahora los supervivientes subsistían de una manera precaria aunque firmes en defender lo único que aún no les había sido arrebatado: el deseo de vivir. Conocía dos refugios en Cerdanyola y uno de ellos ya había sido pasto de las hordas del ejército de los gremlins.

Chupó el cigarrillo con mucha fuerza, y exhalo haciendo dos aros de humo. Se sintió desolado. Ausente. Vacío. Se desesperó y un golpe de adrenalina le recorrió desde el corazón hasta la punta de sus dedos para perderse en el vacío. Su actitud impertérrita cedió ante el pánico. Tenía miedo…

…y lo sufría mucho.

Cerró los ojos y repitió en voz baja "en cuanto dejes de remover el agua podrás ver el fondo del estanque"...
...contempló el paisaje...
...y lo entendió.

Tiró el cigarrillo, iba salir de ahí, estaba aterrorizado. Se dio media vuelta encarando hacia la puerta.

Se encontró frente a un gremlin que le aguardaba en justo en la salida. Su corazón comenzó a acelerarse. El monstruo estaba con los brazos abiertos en forma de cruz. Los ojos de la criatura se clavaron en su mente como espadas y comenzó a respirar frenéticamente. La boca pútrida con dientes afilados como cuchillos que se engrasaba con saliva que desbordaba la boca y se estrellaba en el piso groseramente, le estremeció aún más y sus latidos se dispararon delirantemente.

Gritó...

...gritó como nunca antes había gritado en su vida y apretó el gatillo. El disparo traspasó al engendro con una rudeza sin igual, haciéndole salir despedido fuera del tren. Antes de impactar contra las baldozas frías del pavimento un segundo disparo le impulsó todavía con más violencia hacia atrás.

Oscar con las dos manos sobre el arma se relajó...

...aunque solo un instante...

...a lo lejos gritos guturales le hicieron estremecerse...

"No, así no" se dijo a sí mismo, y echó a correr a lo largo del tren, huyendo de la muerte, de sus miedos y de sí mismo.

domingo, 6 de enero de 2008

Indiferencia - Primera parte

Estaba cansado, demasiado agotado como para poder hilvanar una frase sin perder el aliento en la segunda palabra. No podía seguir así, en algún momento dado, debería de dejar de drogarse...

...y él lo sabía.

Por ese percance reciente (que más bien le había acompañado durante toda su vida de fumador) y el consiguiente debate intrínseco entre su salud y su deseo, guardó el cigarrillo que hábilmente había sacado de la cajetilla ubicada en su bolsillo derecho, a la altura del pecho, de su jacketa.
Por un momento hizo detener el espacio y el tiempo tan solo para admirar su atuendo: no podía evitar deslumbrarse con esa tonalidad marrón añeja que sencillamente le fascinaba. Le encantaba sentir como parecía acariciarse con el viento cuando él corría, y ésta al llegarle casi hasta los tobillos se flameaba como una bandera.
Su néctar siempre había sido concebirse tal cual era: único...

...su estatura (170 centímetros si no había sufrido un estirón post-adolescencia), sus ojos marrones, su pelo oscuro casi como el azabache, esa nariz un tanto desproporcionada (una de sus facciones italianas más acentuadas) le hacían distinto...

...diferente...

...inigualable (y así se sentía).

Entró en el vagón del tren abandonado en la estación de Cerdanyola. Todas las puertas estaban abiertas y no había ningún rastro de que nadie hubiese pasado por allí después del desastre, ni siquiera para usarlo como refugio (y Oscar sabía, o al menos creía saber, el porqué).
Tomó asiento en una de las sillas del medio del tren, en esas que se ubicaban de manera tal que con otras tres formaban un cuadrado donde los viajeros, en otros tiempos, evitaban mirarse si eran desconocidos...

...aún recordaba aquella sensación.

Tomó el antiguo y sucio periódico que estaba frente a él y comenzó a ojearlo de manera desinteresada. Se aburría mucho, incluso sobreviviendo de aquella manera tan rudimentaria.
Dejó el diario sobre el asiento que se ubicaba justo frente a él. Metió su mano con una pasividad parsimoniosa, casi artística, como un acto reflejo quizá, dentro del bolsillo derecho de su jacketa ubicado a la altura del pecho. O tal vez fuera más que un simple reflejo, puede que incluso se tratara de una reflexión gestual. Cuando el tacto del filtro de los cigarrillos "Lucky Strike" cosquilleaba en el roce con la yema de sus dedos, se detuvo. Un segundo, que en aquellos instantes fue una eternidad...

...sin reparos se colocó rápidamente un cigarrillo en la boca y desenfundó uno de sus revólveres Smith&Wesson .44 Mágnum, que era una joya un tanto pesada...

...y sin mirar apuntó hacia atrás, al parecer de cualquier espectador a un espectro inexistinte detrás suyo, inclinando el revólver hasta que lo creyó oportuno y disparó sin miramientos hacia el largo vacío del vagón del tren a su espalda 3 veces.
Justo después un cuerpo sin vida y con más plomo que las neuronas que pudiese haber tenido se desplomó en el suelo, al lado de Oscar, que ya se había encendido el cigarro.

miércoles, 2 de enero de 2008

Adelanto (Indiferencia-1ª parte)

...Dejó el diario sobre el asiento que se ubicaba justo frente a él. Metió su mano con una pasividad parsimoniosa, casi artística, como un acto reflejo quizá, dentro del bolsillo derecho de su jacketa ubicado a la altura del pecho. O tal vez fuera más que un simple reflejo, puede que incluso se tratara de una reflexión gestual. Cuando el tacto del filtro de los cigarrillos "Lucky Strike" cosquilleaba en el roce con la yema de sus dedos, se detuvo. Un segundo, que en aquellos instantes fue una eternidad...


...sin reparos se colocó rápidamente un cigarrillo en la boca y desenfundó...