domingo, 6 de enero de 2008

Indiferencia - Primera parte

Estaba cansado, demasiado agotado como para poder hilvanar una frase sin perder el aliento en la segunda palabra. No podía seguir así, en algún momento dado, debería de dejar de drogarse...

...y él lo sabía.

Por ese percance reciente (que más bien le había acompañado durante toda su vida de fumador) y el consiguiente debate intrínseco entre su salud y su deseo, guardó el cigarrillo que hábilmente había sacado de la cajetilla ubicada en su bolsillo derecho, a la altura del pecho, de su jacketa.
Por un momento hizo detener el espacio y el tiempo tan solo para admirar su atuendo: no podía evitar deslumbrarse con esa tonalidad marrón añeja que sencillamente le fascinaba. Le encantaba sentir como parecía acariciarse con el viento cuando él corría, y ésta al llegarle casi hasta los tobillos se flameaba como una bandera.
Su néctar siempre había sido concebirse tal cual era: único...

...su estatura (170 centímetros si no había sufrido un estirón post-adolescencia), sus ojos marrones, su pelo oscuro casi como el azabache, esa nariz un tanto desproporcionada (una de sus facciones italianas más acentuadas) le hacían distinto...

...diferente...

...inigualable (y así se sentía).

Entró en el vagón del tren abandonado en la estación de Cerdanyola. Todas las puertas estaban abiertas y no había ningún rastro de que nadie hubiese pasado por allí después del desastre, ni siquiera para usarlo como refugio (y Oscar sabía, o al menos creía saber, el porqué).
Tomó asiento en una de las sillas del medio del tren, en esas que se ubicaban de manera tal que con otras tres formaban un cuadrado donde los viajeros, en otros tiempos, evitaban mirarse si eran desconocidos...

...aún recordaba aquella sensación.

Tomó el antiguo y sucio periódico que estaba frente a él y comenzó a ojearlo de manera desinteresada. Se aburría mucho, incluso sobreviviendo de aquella manera tan rudimentaria.
Dejó el diario sobre el asiento que se ubicaba justo frente a él. Metió su mano con una pasividad parsimoniosa, casi artística, como un acto reflejo quizá, dentro del bolsillo derecho de su jacketa ubicado a la altura del pecho. O tal vez fuera más que un simple reflejo, puede que incluso se tratara de una reflexión gestual. Cuando el tacto del filtro de los cigarrillos "Lucky Strike" cosquilleaba en el roce con la yema de sus dedos, se detuvo. Un segundo, que en aquellos instantes fue una eternidad...

...sin reparos se colocó rápidamente un cigarrillo en la boca y desenfundó uno de sus revólveres Smith&Wesson .44 Mágnum, que era una joya un tanto pesada...

...y sin mirar apuntó hacia atrás, al parecer de cualquier espectador a un espectro inexistinte detrás suyo, inclinando el revólver hasta que lo creyó oportuno y disparó sin miramientos hacia el largo vacío del vagón del tren a su espalda 3 veces.
Justo después un cuerpo sin vida y con más plomo que las neuronas que pudiese haber tenido se desplomó en el suelo, al lado de Oscar, que ya se había encendido el cigarro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bien Oscar continua asi,

pero por el amor de dios
escribe más de una pagina por setmana XD.

un saludo

tu amigo de mirada satirica y psicopata.

hacker Rommel