jueves, 20 de marzo de 2008

Cartas desde el Limbo: Redención

-Así que también has decidido materializarnos a los dos en el limbo en el que nos encontramos inmersos- dijo Alejandro, que portaba rimbombante su armadura violeta, sin atisbar a su análogo.
-Sí- suspiró Oscar tratando de aspirar aire limpio entre el humo incesante que desprendía el guerrero en sus caladas infinitas y agregando: - por favor no fumés más, al menos, no delante de mí-.
-Lo siento, no puedo evitarlo, esta partida es magnífica- y acto seguido señaló con una pantomima dramática el tablero de ajedrez que los separaba.

La carencia de vida en aquel cuadro no tardó en suprimirse: - quise, o quiero más bien dicho, aclarar algunos puntos- musitó el ex-fumador.
-¿Cómo cuales?- inquirió con una risa sarcástica Alejandro.
-Como por ejemplo que me tenté al incluir "espurnas" simultáneas en el segundo episodio. La gran mayoría pasan muchísimo más adelante, años después inclusive-.
-¿Creés acaso que alguien o algo podrá no sólo oírnos sino también descifrarnos, entendernos y abrazar nuestros recuerdos extintos en el infinito?- prosiguió interrogando la antítesis del argentino.
-Eso me gusta inventarme y creer. Tengo fé-zanjó el pistolero algo desalentado.

...

-Tranquilo...- le animó poniéndole una mano en el hombro su siempre antagónico "compañero" de existencia, quizás el único y último en lo que le quedaba de subsistencia en aquella dimensión incoherente.

...

-... a mí me encanta tu obra- señaló y, antes de que su semejante pudiese sentirse alagado, movió con su extremidad superior libre su alfil de casillas negras al grito de: -¡Jaque!-.

martes, 11 de marzo de 2008

Hola nuevamente

No le estoy tomando el pelo a nadie. Besana requiere de mucha paciencia: es un extenso, complicado y elitista proyecto, y hay infinidad de material para trabajar. Ahora mismo me veo desbordado por la escasez de tiempo y la faena, pero me estoy esforzando mogollón y estoy preparando gran cantidad de conceptos nuevos en varios capítulos a la vez.
Cuando edite serán probablemente más de 8 páginas con una calidad excelente.
Después de las primeras 25 páginas de ésta obra, se acaba el período de poca acción, emociones de lo más variopintas y muchas reflexiones, para ser sustituido por una etapa que consistiría básicamente en un dinamismo alocado.

Hay que currárselo...

...un saludo...

...Oscar Alejandro Baños Nardizzi.

lunes, 10 de marzo de 2008

Muerte y resurrección Parte 1

Sentía un inmenso dolor. Rabia, arrepentimiento, melancolía, frustración...

...se mezclaban la animadversión que profesaba contra sí mismo y el cariño natural que tenemos a nuestro yo más íntimo (aquél que se ve desbordado en muchas situaciones y que protagoniza en innumerables casos un victimismo patético, prófugo de la realidad que le ha tocado vivir y que le es ajena a sus deseos más recónditos, ocultos en las pulsaciones más etéreas y confusas de su corazón). El miocardio bailaba un tango ambivalente, que contradecía pálpitos ténues con latidos destemplados.

Ése vacío...

...esas ganas de morir dulce y lentamente...

...se hacían exquisitas, sutiles y punzantes.

Extrañaba a los demás y se echaba mucho de menos. En breves segundos, cuando giraba el cuello y dirigía su mirada al pasado añoraba todo lo que había dejado atrás. Y era tanto...

Se despertó dentro de su habitación, sumergido en unas cómodas y calientes sábanas en Vic. El aliento le hedía a tabaco, no se había cepillado los dientes. Cogió su jacketa de cuero negro prácticamente igual a la que había conservado después de la catástrofe mundial, y se la colocó sin apenas pestañear. Estaba vestido. Todo no era más que una fantasía onírica.
Después de intentar por enésima vez, carente de ganas y no con mucho acierto, despertar, pudo plausir una voz interna que le resultó extrañamente familiar: "Déjate llevar".

-¿Amatista?-. Se engendró una elipsis muda un tanto incómoda. Oscar se mantuvo firme e inmóbil de pie, esperando una respuesta.
-Sí, jajaja, no he podido contenerme más. Anda, actúa, ya habrá momento para explicaciones-le impuso aquel bisbiseo intrínseco.

Sintió el menester de inclinar su mirada hacia la izquierda. No sabía por qué pero empezaba a ver colores que no debían figurar en sus visiones: alucinaciones. ¡Mierda! Todo esto no era definitivamente más que un sueño. Se decidió a explorarlo.

Desayunó tostadas con una finísima capa de manteca y neurosis maternas que le eran propias: estaba cansado de fantasear, le costaba concentrarse y que el plano no se evaporase. Eso era todo lo que podía ofrecerse: un plano irreal y que nunca más se volvería a dar. No podía recomponerlo. Nunca descansaría en paz.

-Amatista- le musitó una voz dentro de su cabeza- era el mejor guerrero en galaxias distantes. Fue aquél que provocó que lo necesario se rebelase contra el mismísimo destino humano. Al morir su poder fue encerrado en la piedra que ahora te está induciendo un estado comatoso de LSD-.

-¿Qué coño significa todo esto? ¡Es imposible!- gritó poniéndose de pié y yendo para el balcón.

-Nene, ¿hablás por teléfono? Modelá tu vocabulario. Por cierto… ¿vas a fumar? ¡Tené cuidado con el humo!- le recordó desde la cocina su madre.

Oscar se sentía anonadado encendiéndose un Marlboro que nunca recordó comprar.

-Obviamente es un sueño pero tiene cierto saborcillo a real. ¿Por qué?-.

-He modelado para ti esta realidad ficticia. Mi poder no es tan alto como para reconstruirla, pero si recreártela. Ahora compartimos un mismo cerebro. Sí, y te lo suelto por la cara y sin dar ninguna explicación científica. ¿Sabes, por cierto, como funciona la piedra?-.

-No- dijo dándole dos acompasadas y seguidas caladas al cigarrillo.

-La piedra recrea en aquel que la despierte el poder ilimitado de Amatista durante 12 minutos. Al final la piedra acaba consumiendo el alma del usuario y se funde con éste, perdiendo el sujeto la vida-.

-¿Por qué?- inquirió fumando.

-Porque eres endeble y patético-.

-Vete a la mierda- pensó mientras apagaba la maltrecha colilla en un macetero.

-OK, me esperaba una reacción tuya como esa, he aquí una sorpresa. Mira no sólo he analizado la estructura de tu lenguaje para ponerme en contacto contigo sino que también puedes acceder a mi saber hasta la fecha de mi muerte.

La sala se tornó oscura. Habían once butacas, todas de ellas ocupadas.

-¿Quiénes son?-.

-Los generales de los Megsa. Habitan en una dimensión paralela fusionada a ésta. Estamos en su centro de mando, Yo mismo construí esta habitación. Nos ubicamos en mi primera reunión. Tranquilo no pueden vernos.-.

Oscar vislumbró un rostro joven con una armadura muchísimo más barroca que vagamente le recordó a una serie japonesa. Era Amatista. En las butacas figuraba el mismo guerrero con una cara que aparentaba unos 20 años.

-En ése momento tenía 213 años- sentenció con una sonrisa casi inquietante.

En el centro de la mesa dos mapas enormes, un planisferio sobre el “Besana” y otro sobre el “Olimpo”. Era una locura… ¡un delirio!

-¿Cada general controla una fracción del ejército?-.

-No, cada general tiene autoridad máxima sobre todo el ejército y con los generales inferiores a su rango. Si es muerto en combate oficial por un general más débil o que no perteneciese a la orden, sería sustituido por aquél. Sólo ejercen el control y la tutoría individual de algunos subgenerales que van del 11 al 20 y sólo aquéllos que los tengan como discípulos-.

-¿No están aquí presentes?-.

-No eran necesarios. El hombre del fondo bastante viejo es el jefe Schnell I. Fue asesinado hace poco. Los otros generales están de izquierda a derecha en orden de acuerdo a su rango. Ése soy yo, el noveno-.

-¡Hijo de puta!- exclamó el argentino empujándole -¡eras aliado de los megsas!-.

-No, controlábamos y administrábamos a todos los reinos con justicia y poder. Luego de la gran guerra en la que fui asesinado todo se desbarató y se fue al carajo: megsas por un lado, humanos por otros y los Imperios del Dragón tocando los cojones por el este-.

-Un momento si tú eras tan fuerte, como clamas a los cuatro vientos ser, ¿cómo es que eras el noveno?-.

-Entré en la Asamblea, así es como se hacen llamar en su conjunto, matando al que ocupaba el noveno puesto de un solo golpe-.

-Nunca mostraste tu verdadero potencial-.

-Exacto, y en cuanto me embarqué con los generales en la misión más gloriosa de la historia en el mismísimo cielo, yo fui el único en sobrevivir-.

-¿Cómo resolvemos éste rompecabezas?-.

-Todos los desbarajustes empezaron cuando una civilización alienígena se puso a jugar con los peligrosos portales interdimensionales. Con ellos no sólo puedes viajar al inicio de los tiempos sino también a través del mismísimo universo infinito a distancias remotas. Los multiuniversos espacio-temporales se jodieron literalmente y empezaron a comerse los unos a los otros. El resultado es una hoja de papel a modo de espacio enchastrada con fragmentos de tinta que van pasando de algunos universos a otros como entidades u objetos-.

-Es una liada, sin lugar a dudas, pero creo lograr entender por donde vas-.

-Si quieres establecer el poco orden que queda por hacer en estas ruinas, debes viajar a Besana y matar a los 10 Generales Megsas y al nuevo Jefe-.

-¿Y eso?- le preguntó el pistolero extrañado.

-¿Tienes acaso algo mejor que hacer?-.

-De acuerdo, me has convencido-.

-Dirígete con el monje loco a Barcelona donde le han asignado la misión y luego a Vic. Allí encontrarás el portal que está a punto de cerrarse más cercano para viajar a Besana-.

Vic… era allí donde vivía en sus sueños. Una ciudad desbastada por el caos de los monstruos que la habían invadido. La Tierra y Besana necesitaban un poco de orden y Oscar estaba dispuesto (como en el sueño hizo) a sacar la basura de su casa. Y toda la mugre.

martes, 4 de marzo de 2008

Entropía - Última parte

Suspiró con desosiego en el mismo instante en que se desprendía de los brazos del palestino para zarandear como un poseso su propio cuerpo hasta el "rincón sagrado" o el cuarto donde el palestino compartía con él sus casi inagotables provisiones de "nicotiana tabacum".

-Ya estás con los mentolados de nuevo- dijo sonriendo el inquilino permanente del piso al tiempo que trató de escrutar con palabras y ademanes- ¿quién es tu amigo?-.
-Dejá, por lo que sé, está loco pero no es nocivo- bromeó con un impresionante talante porteño.
El monje inspecciono aquel extraño "hogar-fortaleza". No había puerta que no estuviese reforzada. Por un pasillo que conducía desde la puerta de entrada hasta el salón (pasando por dos míseras habitaciones) se llegaba al comedor donde se ubicaban increíbles cantidades de municiones y armas. Parecía como si le desconcertase el hecho de que no quedaban más muebles que un viejo sofá. Se sentó en él para meditar un poco.

* * *

Hizo un vano intento de liberarse de las cadenas atadas robustamente a sus manos que se ubicaban incómodamente detrás de su espalda.
-Voy a repetirlo por última vez y quiero… - tomó aire en un intento de no sollozar y reprimir ácidamente su melancolía al tiempo que se sacudía violentamente de un lado para otro agitando los grilletes -… que me escuches atentamente: ¡¡¡No - se - puede!!!- vociferó Chian con todas sus fuerzas, quedándose afónico por primera vez en su vida. Fue entonces cuando el porteño enmudeció al fin (tragándose ásperamente una palabra que ya tenía preparada para replicarle), y abandonó toda esperanza (puede que por la confusión que le originó esa reacción tan infrecuente en aquel monje).

El Bartolo le dirigió una mueca que derrochaba alegría pero denostaba una garrafal desesperanza a la sazón de los acontecimientos acaecidos. Aquello era el final de una historia de acción y emoción que se había visto socavada y anulada por los más estúpidos e inadmisibles azares del porvenir.
El joven barbiespeso volvió a fijar sus ojos en el piso, completamente desalentado.
Oscar no pudo evitar contagiarse de aquella consternación y rompió a llorar amargamente. La suerte era implacable con todos. Se pudrirían en aquella celda como ratas anoréxicas lentamente, hasta que la inmundicia entumeciera sus neuronas y finalmente sofocara sin compasión sus vidas.
Todos los allí encerrados se lamentaban sin cesar sin percatarse de que dos personas subían frenéticamente las escaleras.

* * *

El palestino le observó anonadado y cuando se percató de que prácticamente babeaba del desconcierto se encendió el primer "Marlboro" del paquete nocturno.

-¿Mucha caza?- dijo el pistolero interrumpiendo la parálisis de su compañero.
-Sí, ahora hay muchos de esos demonios- afirmó supersticiosamente sin quitar su examen visual, casi eterno, al extraño.
-Me tendieron una emboscada los bichos de mierda esos. Por poco me matan- y reparando en la incógnita que se estaba gestando en los labios rodeados de una barba pésimamente cuidada se apresuró a agregar: - fue él quien me salvó la vida-.

* * *

Justo en el momento más propicio, el único descuido que se permitió Oscar en toda la batalla, un tentáculo verde recubierto de espinas surcó la parte izquierda de su abdomen de lado a lado.
En un tosido desesperado e incrédulo, el argentino escupió un bordó bizarro que pintarrajeó el oscuro violeta del suelo. El templo del octavo general, quedaba entonces matizado con el abate inicial de una empresa imposible y con la derrota de uno de los pilares fundamentales dónde se apoyaban los demás guerreros: el beligerante forajido legendario.
-No debiste de pasar por alto el hecho de que somos enemigos- carcajeó Efeu. Después de zaherir la humillación del humano, la hiedra viviente exoneró de sus entrañas en un grito estremecedor toda la rabia que había acumulado durante tantos años, y acto seguido, sentenció en Abrehemeo al sujeto herido fatigosamente de rodillas: -¡Ahora todo está perdido para ustedes!-.
El pistolero no movió un músculo ante los improperios de su adversario y esto le desconcertó notablemente.
-¿¡No te resignas a morir aún!?- aulló irritado el general.
Un disparo le desgajó el único tentáculo que ostentaba la sólida base del combatiente botánico. Oscar levantó su cabeza, clavó los ojos en su oponente y sonriendo musitó un tranquilo “No”.
Aquella respuesta desmoralizó a su contrincante que se dispuso inquieto a retransformarse en su figura humanoide nuevamente…

* * *

Podía intuir una fuerza extraña acercándose. No podía distinguir su potencial pero estaba seguro de que podría tratarse inclusive de un general del Imperio Megsa. Estaba seguro de lo que buscaba aquél individuo por esos rincones del “Planeta Tierra” pero ¿por qué la amatista? ¿De qué le serviría a cualquiera al mando de aquel vasto ejército sumido en una férrea autocracia? No lo entendía. Pero era algo sumamente peligroso y debían...

...el estrambótico de tez morena le sacudió abrazándolo fuertemente.

-Pero vos boludo, ashudaste al argentino. Muy bien flaco, muy bien- le gritó al oído acabándole de perturbar. El "monje loco" se libró de aquellos brazos esqueléticos con una violencia anormal.
-Se ofendió tu amigo. Mira que le pego- vociferó adoptando una pose de boxeador y tarareando "The eye of the tiger" de Rocky mientras ponía cara de lunático.

La broma terminó cuando los fumadores sintieron un hambre sublime que les hizo prender una fogata con algunos troncos y cocinarse unas conservas.
-Flaco, ¿por qué troncos de árboles y no maderas de otros pisos?- inquirió Oscar extrañado.
-Porque el sabor es diferente- contestó sereno Hisham, masticando el fruto de un manzano ubicado cerca de allí.
-Te aburrís mucho- exclamó proyectándose a sí mismo el argentino.
-Demasiado- dijo el palestino al tiempo que volvió a poner cara de desquiciado - me gusta demasiado, demasiado la carne de Oscar quiero Oscar para comer- masculló lo más fuerte que le permitía aquel gesto bochornoso en su cara, abalanzándose sobre su colega. Éste se lo quitó de encima como pudo después de forcejear durante un largo rato con él al grito, desconcertado por aquella excentricidad, entre carcajadas de "¡aparta coño!".

* * *

El argentino recordó a Miranda. En sus disertaciones siempre había intentado que ella se sintiera bien: le “tiraba los trastos” (nunca pudo comprender la expresión, le sonaba como si alguien arrojara a la persona que le gustaba una enorme televisión antigua por la cabeza), le daba consejos, la halagaba; la hacía protagonista de su discurso. Siempre albergó unos miedos infundados o tal vez demasiados racionales (las contradicciones eran poco menos que comunes en su sistema neurológico) en cuanto al efecto que la transferencia podía tener sobre ella. No quería que volviese a recaer en un pozo neurótico.
Fue sólo una vez la que se atrevió a arrancarse la piel y desnudar sus palabras:
“Miranda, yo no sé cómo hacerlo, nadie sabe. El secreto de tu bienestar se aloja en vos, y no es precisamente ni el más agradable ni el más fácil. Curarse es una tarea ardua que requiere tiempo y valentía. Estoy seguro que por el camino que te dispones a emprender tus síntomas empeorarán y volverás a caer en la trampa de la neurastenia. No es lo que deseo y estoy seguro que en el fondo tampoco es lo que quieres (aunque insistas en demostrarte que sí).
El “show” debe continuar. Tu vida debe seguir su rumbo, ansiaría con todas mis fuerzas abrazar aquella parte de ti que nadie se atreve…

…tus brazos…
…tus dudas…
…tus valores…
…tu ansiedad…

…a vos.

Quiero comunicarte que estoy tirando para adelante como puedo: de a poco y siempre pendiente de mí. No estoy en mi mejor época, pero presiento que esto es el principio de una nueva etapa. Y se me antoja darte ánimos, clavarle una estocada a tus poderosos fantasmas para que puedas partir desde aquí…

…hoy más que nunca te deseo, de corazón…
…por favor…
…por ti, y nuevamente por ti…

…¡sé feliz! ¡De pie soldado (machismo lingüístico)! ¡Levántate, empieza tu camino! Me encantaría asegurarte el éxito…
…pero eso…
…eso…
…no depende de mí.”

* * *

El "budista loco" al parecer no probaría hoy bocado, puesto que se negaba con tenacidad a aceptar ninguna conserva "al fuego".
-Dale, un cachito nada más- decía Oscar pasándole una lata de guisante por delante de ambos iris casi grisáceos.
-No- respondía refunfuñando.
La lata al pasar por delante de la cara del "beato colérico" chocaba de manera no-involuntaria contra la nariz del mismo. Una vez, dos veces, la paciencia en ese instante del monje parecía imperecedera. El palestino esbozó una sonrisa, y la víctima de la broma, percibiendo e intuyendo lo que realmente estaba ocurriendo propinó un derechazo al pícaro "Cleant Eastwood" sureño.
El palestino dejó de reír a los 20 minutos para recomenzar su risotada durante otros 20 cuando el argentino escupió una muela en los leños ígneos.

Algunos cigarros después los tres se dispusieron a dormir, aunque uno de ellos, "el chiflado oriental", se adelantó a sus camaradas recostándose en el sofá y casi al acto conciliando el sueño.

“Ese mundo era algo espectacular, nada que hubiese podido imaginar antes ni por asomo. En él habían coexistido y seguían cohabitando la desgracia y el triunfo, la pobreza y la abundancia, la melancolía y la alegría; vamos…

…una ambivalencia exquisita, aterradora, absurda e inverosímil al mismo tiempo.
Todos aquellos rincones que albergaban a aquellos entes emanaban algo que le evocaban sensaciones inéditas, originales, frescas, pero sobretodo, ajenas a su personalidad iracunda y apaciblemente fría. En fin todo aquello era…”.

Consiguió entreabrir uno de sus párpados solo para contemplar la mirada burlona de Oscar y Hisham. Se tocó la cara y notó como se escurrían por sus dedos tinturas multi-cromáticas. Se levantó del sofá con un enorme ímpetu al tiempo que adosó sus luceros plomizos a los retazos de un cristal que le sirvió de espejo…
…y fue tal el espasmo de ira que le recorrió cada músculo que su epidermis se tornó de un bermejo bordó.

Oscar trataba inútilmente de dormir con el calvario que le suscitaban sus encías carentes ya de 4 muelas, mientras que Hisham intentaba catar su último cigarrillo de la jornada, largando el humo por una pequeña parte del orificio nasal izquierdo, el único segmento de sus vías respiratorias que no estaba obstruido por cartílago roto, coágulos y chorros de sangre intermitentes.

El día de mañana era duro, pero sobretodo era el final de una amistad y el comienzo de una nueva vida. Los caminos divergían, y, a punto de bifurcar, los dos sintieron aquella sensación de vacío interior que deja el destino cuando nos arruina los planes, destruye la rutina de la que tanto nos quejamos y que luego añoramos, y nos sacude a voluntad.

Hay infinidad de veces en las que el ser humano indaga si realmente fue una decisión correcta abandonar la matriz materna para sumirse al martirio de inmiscuirse en esta vida…

… esta vida de mierda.

jueves, 28 de febrero de 2008

Juro que...

Debido a la escasez de desemplo imperante en Vic el autor se encuentra desocupado. Por eso, y como se acercan las elecciones, ha decidido publicar una promesa:

"Asevero que habrá muchísimo más "Besana". Comenzaré a publicar cada domingo a sobredosis para aquellos que se sientan ligeramente atraídos por la obra o completamente enamorados como yo. No desesperéis, lo que sigue, os encantará...

...espero."


Atte. vuestro autor precoz (en literatura).

miércoles, 20 de febrero de 2008

Entropía - Segunda parte

Nunca dejaba de asombrarse. Todo ocurría a velocidades vertiginosas que te quitaban el aliento. Un día podía ser el preludio de una vida fantástica y otro, una mera agrupación de 24 horas de subsistencia precaria y frágil. ¿Acaso crecíamos todos los días o únicamente en aquellos que disfrutábamos? Intentaba buscar una respuesta...

...no la encontró.

Por las callejuelas de Cerdanyola, convertidas en eremitas antisociales e intransitables, papeles de basura de todo tipo revoloteaban vivarachos entre sus pies. Parecía que la ciudad gozaba de su propia tranquilidad. Puede que incluso pretendiera desalojar con aquel panorama a los pocos humanos que la habitaban.
Asimismo, cayó en la cuenta de que tal vez, después de todo lo que habían vivido juntos, la Tierra y los seres humanos se estaban despidiendo. Ambos habían ocupado papeles que no eran los que debían adoptar en un mundo utópicamente sano.

Una canción le susurró al oído "here we go again". Recordaba aquella música de antaño de James Blunt "1973". Tal vez no tan añeja como la evocaba, pero al fin de cuentas, distante…

…de otro mundo que no era este mamarracho....

...de otra vida quizá...

...puede que, puestos, de otra dimensión.

-¿Ocurre algo?- inquirió el monje severo e indiferente.
-Nada, tan solo que estas calles me hacen añorar viejas melodías. Casi puedo palparlas en mi tímpano...- tragó saliva de forma brusca. Escupió en la soledad de la vía.
-Entregadme vuestro talismán musical- ordenó "el Buda".

Oscar carcajeó durante cinco minutos, y después de un golpe que le hundió el estómago hasta la garganta y le sacudió las costillas, le entregó el Mp3 que conservaba receloso en su bolsillo junto a la piedra amatista.

¡Estaba funcionando!

Mientras el monje lo observaba minuciosamente el argentino no dejaba de sorprenderse a la vez que vomitaba eritrocitos.

-No me digas ¡Buaaag!- expectoró en una alcantarilla -perdón, jejeje - sonrió ocultando su adrenalina, su rabia y su impotencia ante semejante puñetazo - es por el cuarzo violeta ¿no?-.
El monje rió, y lleno de júbilo sin ocultar su alegría le contestó con un certero -¡sí!-.

Repentinamente y sin más el porteño aventurero apuntó al impávido "beato budista". Éste, sereno, no se movió ni un dedo...

...el pistolero no vaciló ni un minuto y disparó dos balas: una de plomo y la otra verbal.

Un megsa manchó con sangre oscura y espesa las ropas grisáceas del ”calvo religioso”. - Está anocheciendo- enfundó su revólver -y eso es más que una excusa no sólo para buscar tabaco, sino también para guarecernos hasta el amanecer. Cuando esté bien descansado y con suficiente nicotina en los pulmones emprenderemos el viaje a donde tú me lleves-.

Por primera vez desde que se conocieron el monje pareció ceder ante él y frío como de costumbre hizo un gesto que casi conmocionó al pistolero: asintió sin más y comenzó a seguirle a una distancia prudente. Oscar entendió inclusive que un gesto como ése era muy extravagante en una persona, ser de otro mundo, lunático perdido o lo que fuere, tan seria.

Triunfal se detuvo frente a un portal de un edificio viejo. Sacó la llave del bolsillo izquierdo de su vaquero y abrió la puerta de una patada. Había sido un transe irreflexivo, puesto que la entrada había sido completamente destrozada. La madera cedió junto con los goznes y se vinieron abajo con unos cristales punzantes que amenazaban con morderlos. Con sosiego avanzaron lentamente, y luego subieron las escaleras a la velocidad que los alvéolos llenos de alquitrán le permitieron al fumador hasta el cuarto piso.

Oscar golpeó la puerta tres veces y una voz en el interior preguntó - ¿Quién?-.
-Yo flaco-.
Al grito de "Boluudo" del "inquilino" que abrió rápidamente el portón fabricado y reforzado con madera y hierro, los dos se abrazaron. -¡Hacía mucho tiempo que no venías a visitarme!-. Aunque la tez del argentino no era del todo blanca como la leche, sí que contrastaba con la de su compañero, mucho más oscura, rozando un marrón mulato.

Encontró la respuesta a su reflexión cuando observó la cara del monje: llena de preguntas, con asombro, fascinación...
...no, jamás crecíamos...
...cada 24 horas descubríamos un mundo nuevo.

martes, 12 de febrero de 2008

Entropía - Primera parte

-¿A dónde nos dirigimos exactamente?-.

-Haremos escala en Barcelona para llegar finalmente a nuestro destino: Vic-. El monje se sonrojó. A pesar de la rareza de la susodicha mímica corporal, Oscar se quedó en silencio. Se detuvieron ambos en el andén de la estación, un poco antes de llegar a las escaleras que les llevarían hacia abajo, a un pequeño pasillo en donde se ubicaban las máquinas expendedoras de billetes y los despojos en migajas de lo que habían sido aquellos artilugios que los validaban.

-Si no me cuentas qué ha ocurrido aquí, no te acompañaré-.

* * *

-Esto se pone cada vez más interesante- aprobó y continuó rascándose la cabeza con su "Desert Eagle" - ¿de verdad el budista te contó que está ocurriendo en este planeta?- le inquirió mientras reanudaba su intento de encadenar la bicicleta al poste de luz.

-Sí- formuló el porteño con una voz seca y árida por la cantidad de nicotina y alquitrán que anidaba en su garganta. Miró desinteresado hacia otro lado o más bien, a cualquier parte que no le supusiese encontrarse con aquellos ojos verdes extremadamente punzantes y satíricos.

-Guay, prosigue- sentenció Dani.

* * *

-Esos monstruos...-dijo al tiempo que hacía un ademán en el que señalaba el vagón repleto de cadáveres, que fue estorbado junto con su esclarecimiento por un "los gremlins" reflexivo. - Gremlins no es su apodo original, nosotros los llamamos como se autodenominan: "M..." (al pistolero le pareció entender "Meksas" o "Megsas" en una pronunciación sumamente extraña), y son originarios de nuestro universo-. El Clint Eastwood argentino frunció el seño- ahora sí que me acabo de perder-.

Según pudo extraer de toda la charla que duró más o menos su paciencia racional (unos 5 minutos), los multiuniversos ("cuánticos") formaban interminables elipses. Ésta se había colapsado y varios universos habían desaparecido, a la vez que algunos habían colisionado entre ellos. Gracias a los portales naturales y la simetría entre constantes de ambos universos (el delirante, del monje loco, y el del planeta Tierra) se compactaron y formaron una nueva elipse. Y aunque el "pelado imperturbable" se había ofrecido a aclararle el porqué de las extrañas criaturas y de los cientos de baches en la explicación, Oscar le propinó un puñetazo en la cara y se puso a fumar como una carretilla en el primer escalón, sin dirigirle la palabra durante media hora.

* * *

-Éstos candados no son como los de antes- exclamó extasiado, agotado y sarcástico, mientras forcejeaba con el candado y la bicicleta acompañado de su pistola sobre el asfalto. -¿Para qué mierda la atás?- dijo esbozando una leve sonrisa. -¿No es evidente tío? Para que nadie se la lleve- suspiró a la vez que continuaba ensimismado con su pugna por asegurar su "vehículo de transporte urbano". -Entendido...- se encendió el octavo mentolado matutino.

-Le pegaste… ¿y?-.

* * *

Oscar ante los chillidos provenientes del pasillo, tiró un cigarrillo a la vía del tren, y exhalando su bronca le pidió perdón a regañadientes al monje. Éste no le disculpó, sino que se lo quedó mirando con los ojos muy abiertos ("y las pupilas hinchadas").

-No son muchos, sino tratarían de rodearnos subiendo por el otro andén- balbuceó en un acento lunfardezco. -Cierto, buena observación- y con una mirada de complicidad se colocaron a una distancia prudente. El argentino comenzó a cargar con una avidez impresionante sus armas.

* * *

Tomó su Desert Eagle y con los revólveres cargados ambos se colocaron de espaldas. -¡Por todas partes! Bueno, al menos así los privamos de podernos dar por culo-.
-¡Boludo! ¡Menos palabras y más plomo! -.

* * *

Diez proyectiles dieron en el clavo y unos cuantos puñetazos ("místicos"), combinados con patadas voladoras (“de Chaki-Chan”) y piruetas (“milenarias”) bastaron para barrer a los 15 megsas y teñir de salpicados granates las baldosas de la estación.

* * *

-Has visto, cuatro "head-shots"- enunció satisfecho mientras cargaba su pistola.
-Ya verás cuando agarre práctica- río complacido Oscar amunicionando sus Smith&Weston. Ambos se sentaron extenuados a satisfacer su cansancio con reposo. Como antes, o tal vez, como siempre, había estado al borde de una estocada mortal o un corte que lo hubiera dejado malherido...
...y no siempre podía contar con aquella fortuna.

* * *

- Puede que no sea suerte después de todo-le alentó "el buda" de forma fría, e impasible le obligó a reincorporarse. - Nos vamos- le impuso al pistolero. Éste se palpó los bolsillos y detuvo al monje al segundo paso con un rotundo "Espera"...

...-no sin tabaco-.

lunes, 11 de febrero de 2008

Indiferencia - Final - Cuarta parte

Se colocó el revólver en la sien, a la vez que aplastaba la colilla en el suelo. Seguramente los monstruitos los descuartizarían vivo, sin piedad alguna, y prefería ahorrarles la faena (y atesorar una insignificante dignidad de no sufrir como un perro frente a esos mamarrachos terroríficos, que alguna vez, habrían constituido trazos simbólicos de turbaciones infantiles). Se sentía agonizar. El "gremlin" frente a él sonrió confiado, dando a entender que comenzaba a ser consciente de la situación.

Antes de que pudiese jalar del gatillo, un fuerte rodillazo le reventó el estómago. El esperpento, ahora libre, estaba furioso. Había sido un portazo en toda regla. Oscar de rodillas sentía como la baba hedionda de la criatura sulfuraba fetidez hacia todos los poros de su piel (la distancia entre esa boca y su mejilla era minúscula). Los dientes cenicientos le hicieron un tajo en el pómulo izquierdo y sorbieron un poco de su sangre.

Todos le estaban rodeando y esperaban perplejos o afanosos de vísceras que se pegara un tiro. Cinco porquerías, una sola bala...

Comenzaron a comunicarse. Lo que había considerado chillidos o rebuznos resultaron ser frases complejas. Con la boca teñida de escarlata, el adefesio se puso de pie y esbozó una sonrisa. Era increíble como había subestimado a aquellos sub-seres...

...mientras reían metálicamente todos, al unísono, recibió un puntapié en la espalda...

...una patada en las costillas...

…otro golpe en la cabeza que le hizo perder la consciencia durante dos mil años…

...y reparó en sí mismo muriendo entre las burlas de un manojo desquiciado de "bichos medievales"...

…otra patada...

¡Basta! Quería perder el sentido, dejarse ir, realmente en esos momentos su único anhelo era expirar a cualquier parte...

...un esperpento salió volando contra la ventana y de no ser por el doble cristal lo hubiese atravesado quebrándose completamente sobre el frío asfalto. Otro se rompió quince huesos contra un asiento del tren. Uno de ellos sucumbió despedazado por su propia espada.

Oscar levantó la mirada y vio algo que le dejó absorto en divagaciones absurdas durante los tres segundos de calma, antes de que el "monje budista grisáceo-shaolin- malparido" le arrancara literalmente la cabeza a una aberración y, cubierto de sangre, pusiera la mano en la frente del último “gremlin” que había quedado en estado catatónico, y le friera con un fuego azul el cráneo.

El monje malinterpretó la mano extendida del extraño que deseaba incorporarse y la estrechó a la vez que sus labios modulaban un robótico "mucho gusto". Estupefacto, se puso de pie por sí solo, echando una mirada rápida al panorama de despojos sin vida, y mientras simulaba que tener interés en ello masculló un: -¿de dónde sos?-.
-De otro lado-.
Aunque el monje no parecía tomarle el pelo ya que no había signo alguno de querer concebir una risa, Oscar se exaltó de sobremanera: -no me tomés el pelo, budista loco, decime de dónde sos-.
El monje le miró con una inexpresividad aterradora y señaló a la velocidad de la luz a un "gremlin" -del mismo lugar-.

Tenía tantas preguntas que nada le cuadraba, todo le parecía confuso. Habría inquirido al sonado quién era, qué hacía allí, cómo había hecho el truco de la llama azul, si sabía el secreto de la vida eterna o de lo contrario si conocía el del orgasmo sin eyaculación, pero prefirió dejarlo para después…

…todo tenía más pinta de ser una cámara oculta de un año de grabación ininterrumpida...

...y ojalá así fuera.

El "budista loco" comenzó a inspeccionar el hueco donde antes se alojaba la puerta del baño del tren. Luego, más serio de lo que al pistolero le pareció normal, el monje le miró fijamente acercándose muy despacio, evitando pisar un charco inmenso de cadáveres.

A medida que se le aproximaba el chiflado, pudo comprender, al menos, lo que había estado analizando en ese tiempo tan remoto (tan lejos de él y de sí mismo como de su propia realidad): la puerta no podría abrirse para el otro lado de la manera en la que lo había hecho, con un brutal impulso, a menos de que las chapas enganchadas a la pared que recorrían todos los bordes de la puerta (excepto el de las bisagras), hubieran cedido también.

-¿Qué tienes en el bolsillo?-.
-¿Y a vos que te importa?-.
-¿Qué tienes en el bolsillo?- repitió el monje de una manera escalofriantemente similar a la primera.
Oscar disimulando su miedo, metió la mano en el bolsillo derecho de su jacketa a la altura de la cintura y sacó una piedra amatista un tanto extraña, que le había robado una semana atrás a un "gremlin".
El "budista loco" sonrió.
-¿Eso es malo o es bueno?- preguntó desconcertado con la piedra en la mano.
-Guárdala muy bien, nos vamos- y a la vez que se dirigían hacia una de las puertas del tren, apartando con la mano el humo del tabaco que el lucky abrasaba rabioso en los labios del argentino (que se apretaba las costillas de dolor) dijo- eso no es ser distraído...-.
Por alguna extraña razón ya no le sorprendía que el insólito budista pudiese leerle los pensamientos -¿qué es entonces?- (“monje choto”).
-Indiferencia-.

Ambos bajaron del tren.

sábado, 2 de febrero de 2008

Indiferencia - Tercera parte

"Estaba encerrado para no ver a nadie, abrí una rendija para oír el aire...". La canción sonaba desoladora en un panorama tan claustrofóbico... pero al fin y al cabo se auscultaba en su recuerdo. Oscar estaba encerrado en el baño del tren.

"Literalmente, me estoy cagando de miedo" pensó al tiempo que leía un pequeño cartel que prohibía fumar, seguido de un letrero que aconsejaba "No usar el lavabo en las paradas". El servicio era pequeñísimo, y apenas daba abasto con él, un inodoro y un lavamanos ("de agua no potable"). Sonrió tratando de calmarse al tiempo que intentaba introducir ("de una puta vez") cinco balas en su revólver.

Repentinamente los gritos se hicieron demasiado audibles para que Oscar los ignorase y se sumaron rápidamente puñetazos y cortes de espadas con hojas inservibles ("de filo de cuchara"). Un proyectil se le resbaló de las manos y, preocupado, comenzó a sudar de forma dramática...

...seguía nervioso /asustado / ("acojonado").

Lo recogió como pudo y lo colocó en el último orificio del tambor, cerrándolo rápidamente.

"Click"

...el silencio se hizo presente durante un segundo...

...y vestido de gala, como súbitamente vino, rápidamente abandonó aquel sitio para perderse en la inmensidad de las calles desamparadas.

El barrilete giró sobre su eje, mientras la pistola dejaba ir un potente trozo de plomo que traspasó la puerta y se incrustó en el pecho de un gremlin a una velocidad que se entremezclaba con el espacio infinito y el tiempo efímero. Oscar oyó sollozar a sus ojos y escuchó pestañar a su corazón...
...ni la traba que había colocado en la puerta pudo impedirlo...
...a contracorriente de puntapiés, una fuerte patada desde el interior del baño fue suficiente para abrir la puerta hacia afuera...
...cuando debía de hacerlo al revés.

"No sé nada de correr no sé nada de ascender, de esta mierda de arcoiris del cigarro de después, no sé, si la vida pasa en cueros castigado a la pared..."

El miedo desapareció como se esfuma la esperanza de vivir en un segundo completamente desalentador. Oscar había disparado a las bisagras y la puerta despedida hacia atrás aventó a un monstruo contra la pared. Inmóviles, las otras aberraciones se quedaron en silencio hasta que un codazo humano en la cara de uno de ellos volvió a estimular su sed de sangre.

Estaban por delante y por detrás suyo, éstos últimos apretujados por el poco espacio que había entre vagón y vagón. Desenfundó el segundo revolver apuntándolo hacia atrás mientras sostenía firmemente en frente de sí el cañón que casi se fundía con la nariz de uno de esos entes ("patéticos"). Dos disparos por detrás suyo fueron suficientes para que las balas surcasen varios cuerpos a la vez y éstos tiraran por inercia al resto, mientras que una patada imprevista volteó al esperpento que tenía delante que recibió un disparo en la cabeza en cuanto su casco contactó con el suelo de goma.

Las dos armas juntas batieron a dos gremlins que se habían subido a los bancos con intención de "emboscarlo por los lados", y luego a la par que se reservaba un último trozo de plomo fundido con una de sus armas y dos de éstos cruzaban el aire en direcciones opuestas, un movimiento desesperado termino por desembocar en el bolsillo derecho de su jacketa.

Se encendió el cigarro a la vez que un adefesio se libraba de su cárcel de cuatro asientos y una puerta, uno le acechaba por delante con una espada gruesa y tres se deshacían de los cuerpos de sus "camaradas" para volver a incorporarse a la emboscada...

...fue la calada más larga de toda su vida.

jueves, 31 de enero de 2008

Indiferencia - Segunda parte

Enfundó el revolver. Se puso de pie algo cansado y pasó el cigarrillo de su mano derecha a la izquierda, al tiempo que con poca destreza zurda tiraba, con una extraña pulcritud, las pocas cenizas del lucky en el piso del tren. Se inclinó hacia el cadáver y lo tomó del cuello con la diestra, sin importarle la sangre oscura que comenzó a fluir por sus dedos y empaparle la manga del abrigo que se tornó de un color bordó en pocos segundos.

Él los llamaba "gremlins" ("total los derechos de autor ya no estaban vigentes" ironizaba por momentos). Eran criaturas de aspecto humanoide: algo más delgadas que un homo sapiens, de color marrón, cubiertas por un pelo no muy espeso pero abundante que oscilaba entre el moreno y el castaño, uñas largas aunque no por ello peligrosas, dientes putrefactos y unos ojos aterradores ("irradian fanatismo" se repetía en cuanto se manifestaban terroríficamente en su memoria). Todos llevaban una armadura inservible que les cubría desde los pies hasta las rodillas, la cintura, el pecho, el abdomen, de las manos a los codos, teniendo su colofón en unas hombreras ("cutres") y una celada que le llamaba la atención por la similitud con los cascos de guerra convencionales de los hombres, solo que éste llegaba casi hasta la nariz, dejando una abertura rectangular en donde se ubicaban sus fosas oculares y todo esa substancia rancia y corrupta que les servía a esas aberraciones para plasmar el terror.

La sangre chorreaba bruscamente contra el suelo, decorándolo de un matiz carmesí oscuro. Oscar cara a cara con el gremlin logró atisbar el iris ahora sorprendentemente grisáceo del mismo, antes de que lo arrojara violentamente sobre los asientos, situados en cuatro, ahora frente a él...

...los disparos habían entrado por la boca y atravesado el casco...

Prendió otro lucky al tiempo que se deshacía, antes de quemarse, de la colilla anterior (de la que había saboreado dos caladas) y miró por una de las ventanas ignorando un vago reflejo de sí mismo...

... todo había ocurrido tan rápido...

No se sabía de dónde aparecían los bichos, lo cierto es que se comportaban como un ejército entrenado que salido de la nada arrasó con todo y con todos, antes de que la situación pudiese ser frenada y abordada por los gobiernos o por la misma raza humana. Ahora los supervivientes subsistían de una manera precaria aunque firmes en defender lo único que aún no les había sido arrebatado: el deseo de vivir. Conocía dos refugios en Cerdanyola y uno de ellos ya había sido pasto de las hordas del ejército de los gremlins.

Chupó el cigarrillo con mucha fuerza, y exhalo haciendo dos aros de humo. Se sintió desolado. Ausente. Vacío. Se desesperó y un golpe de adrenalina le recorrió desde el corazón hasta la punta de sus dedos para perderse en el vacío. Su actitud impertérrita cedió ante el pánico. Tenía miedo…

…y lo sufría mucho.

Cerró los ojos y repitió en voz baja "en cuanto dejes de remover el agua podrás ver el fondo del estanque"...
...contempló el paisaje...
...y lo entendió.

Tiró el cigarrillo, iba salir de ahí, estaba aterrorizado. Se dio media vuelta encarando hacia la puerta.

Se encontró frente a un gremlin que le aguardaba en justo en la salida. Su corazón comenzó a acelerarse. El monstruo estaba con los brazos abiertos en forma de cruz. Los ojos de la criatura se clavaron en su mente como espadas y comenzó a respirar frenéticamente. La boca pútrida con dientes afilados como cuchillos que se engrasaba con saliva que desbordaba la boca y se estrellaba en el piso groseramente, le estremeció aún más y sus latidos se dispararon delirantemente.

Gritó...

...gritó como nunca antes había gritado en su vida y apretó el gatillo. El disparo traspasó al engendro con una rudeza sin igual, haciéndole salir despedido fuera del tren. Antes de impactar contra las baldozas frías del pavimento un segundo disparo le impulsó todavía con más violencia hacia atrás.

Oscar con las dos manos sobre el arma se relajó...

...aunque solo un instante...

...a lo lejos gritos guturales le hicieron estremecerse...

"No, así no" se dijo a sí mismo, y echó a correr a lo largo del tren, huyendo de la muerte, de sus miedos y de sí mismo.

domingo, 6 de enero de 2008

Indiferencia - Primera parte

Estaba cansado, demasiado agotado como para poder hilvanar una frase sin perder el aliento en la segunda palabra. No podía seguir así, en algún momento dado, debería de dejar de drogarse...

...y él lo sabía.

Por ese percance reciente (que más bien le había acompañado durante toda su vida de fumador) y el consiguiente debate intrínseco entre su salud y su deseo, guardó el cigarrillo que hábilmente había sacado de la cajetilla ubicada en su bolsillo derecho, a la altura del pecho, de su jacketa.
Por un momento hizo detener el espacio y el tiempo tan solo para admirar su atuendo: no podía evitar deslumbrarse con esa tonalidad marrón añeja que sencillamente le fascinaba. Le encantaba sentir como parecía acariciarse con el viento cuando él corría, y ésta al llegarle casi hasta los tobillos se flameaba como una bandera.
Su néctar siempre había sido concebirse tal cual era: único...

...su estatura (170 centímetros si no había sufrido un estirón post-adolescencia), sus ojos marrones, su pelo oscuro casi como el azabache, esa nariz un tanto desproporcionada (una de sus facciones italianas más acentuadas) le hacían distinto...

...diferente...

...inigualable (y así se sentía).

Entró en el vagón del tren abandonado en la estación de Cerdanyola. Todas las puertas estaban abiertas y no había ningún rastro de que nadie hubiese pasado por allí después del desastre, ni siquiera para usarlo como refugio (y Oscar sabía, o al menos creía saber, el porqué).
Tomó asiento en una de las sillas del medio del tren, en esas que se ubicaban de manera tal que con otras tres formaban un cuadrado donde los viajeros, en otros tiempos, evitaban mirarse si eran desconocidos...

...aún recordaba aquella sensación.

Tomó el antiguo y sucio periódico que estaba frente a él y comenzó a ojearlo de manera desinteresada. Se aburría mucho, incluso sobreviviendo de aquella manera tan rudimentaria.
Dejó el diario sobre el asiento que se ubicaba justo frente a él. Metió su mano con una pasividad parsimoniosa, casi artística, como un acto reflejo quizá, dentro del bolsillo derecho de su jacketa ubicado a la altura del pecho. O tal vez fuera más que un simple reflejo, puede que incluso se tratara de una reflexión gestual. Cuando el tacto del filtro de los cigarrillos "Lucky Strike" cosquilleaba en el roce con la yema de sus dedos, se detuvo. Un segundo, que en aquellos instantes fue una eternidad...

...sin reparos se colocó rápidamente un cigarrillo en la boca y desenfundó uno de sus revólveres Smith&Wesson .44 Mágnum, que era una joya un tanto pesada...

...y sin mirar apuntó hacia atrás, al parecer de cualquier espectador a un espectro inexistinte detrás suyo, inclinando el revólver hasta que lo creyó oportuno y disparó sin miramientos hacia el largo vacío del vagón del tren a su espalda 3 veces.
Justo después un cuerpo sin vida y con más plomo que las neuronas que pudiese haber tenido se desplomó en el suelo, al lado de Oscar, que ya se había encendido el cigarro.

miércoles, 2 de enero de 2008

Adelanto (Indiferencia-1ª parte)

...Dejó el diario sobre el asiento que se ubicaba justo frente a él. Metió su mano con una pasividad parsimoniosa, casi artística, como un acto reflejo quizá, dentro del bolsillo derecho de su jacketa ubicado a la altura del pecho. O tal vez fuera más que un simple reflejo, puede que incluso se tratara de una reflexión gestual. Cuando el tacto del filtro de los cigarrillos "Lucky Strike" cosquilleaba en el roce con la yema de sus dedos, se detuvo. Un segundo, que en aquellos instantes fue una eternidad...


...sin reparos se colocó rápidamente un cigarrillo en la boca y desenfundó...