miércoles, 20 de febrero de 2008

Entropía - Segunda parte

Nunca dejaba de asombrarse. Todo ocurría a velocidades vertiginosas que te quitaban el aliento. Un día podía ser el preludio de una vida fantástica y otro, una mera agrupación de 24 horas de subsistencia precaria y frágil. ¿Acaso crecíamos todos los días o únicamente en aquellos que disfrutábamos? Intentaba buscar una respuesta...

...no la encontró.

Por las callejuelas de Cerdanyola, convertidas en eremitas antisociales e intransitables, papeles de basura de todo tipo revoloteaban vivarachos entre sus pies. Parecía que la ciudad gozaba de su propia tranquilidad. Puede que incluso pretendiera desalojar con aquel panorama a los pocos humanos que la habitaban.
Asimismo, cayó en la cuenta de que tal vez, después de todo lo que habían vivido juntos, la Tierra y los seres humanos se estaban despidiendo. Ambos habían ocupado papeles que no eran los que debían adoptar en un mundo utópicamente sano.

Una canción le susurró al oído "here we go again". Recordaba aquella música de antaño de James Blunt "1973". Tal vez no tan añeja como la evocaba, pero al fin de cuentas, distante…

…de otro mundo que no era este mamarracho....

...de otra vida quizá...

...puede que, puestos, de otra dimensión.

-¿Ocurre algo?- inquirió el monje severo e indiferente.
-Nada, tan solo que estas calles me hacen añorar viejas melodías. Casi puedo palparlas en mi tímpano...- tragó saliva de forma brusca. Escupió en la soledad de la vía.
-Entregadme vuestro talismán musical- ordenó "el Buda".

Oscar carcajeó durante cinco minutos, y después de un golpe que le hundió el estómago hasta la garganta y le sacudió las costillas, le entregó el Mp3 que conservaba receloso en su bolsillo junto a la piedra amatista.

¡Estaba funcionando!

Mientras el monje lo observaba minuciosamente el argentino no dejaba de sorprenderse a la vez que vomitaba eritrocitos.

-No me digas ¡Buaaag!- expectoró en una alcantarilla -perdón, jejeje - sonrió ocultando su adrenalina, su rabia y su impotencia ante semejante puñetazo - es por el cuarzo violeta ¿no?-.
El monje rió, y lleno de júbilo sin ocultar su alegría le contestó con un certero -¡sí!-.

Repentinamente y sin más el porteño aventurero apuntó al impávido "beato budista". Éste, sereno, no se movió ni un dedo...

...el pistolero no vaciló ni un minuto y disparó dos balas: una de plomo y la otra verbal.

Un megsa manchó con sangre oscura y espesa las ropas grisáceas del ”calvo religioso”. - Está anocheciendo- enfundó su revólver -y eso es más que una excusa no sólo para buscar tabaco, sino también para guarecernos hasta el amanecer. Cuando esté bien descansado y con suficiente nicotina en los pulmones emprenderemos el viaje a donde tú me lleves-.

Por primera vez desde que se conocieron el monje pareció ceder ante él y frío como de costumbre hizo un gesto que casi conmocionó al pistolero: asintió sin más y comenzó a seguirle a una distancia prudente. Oscar entendió inclusive que un gesto como ése era muy extravagante en una persona, ser de otro mundo, lunático perdido o lo que fuere, tan seria.

Triunfal se detuvo frente a un portal de un edificio viejo. Sacó la llave del bolsillo izquierdo de su vaquero y abrió la puerta de una patada. Había sido un transe irreflexivo, puesto que la entrada había sido completamente destrozada. La madera cedió junto con los goznes y se vinieron abajo con unos cristales punzantes que amenazaban con morderlos. Con sosiego avanzaron lentamente, y luego subieron las escaleras a la velocidad que los alvéolos llenos de alquitrán le permitieron al fumador hasta el cuarto piso.

Oscar golpeó la puerta tres veces y una voz en el interior preguntó - ¿Quién?-.
-Yo flaco-.
Al grito de "Boluudo" del "inquilino" que abrió rápidamente el portón fabricado y reforzado con madera y hierro, los dos se abrazaron. -¡Hacía mucho tiempo que no venías a visitarme!-. Aunque la tez del argentino no era del todo blanca como la leche, sí que contrastaba con la de su compañero, mucho más oscura, rozando un marrón mulato.

Encontró la respuesta a su reflexión cuando observó la cara del monje: llena de preguntas, con asombro, fascinación...
...no, jamás crecíamos...
...cada 24 horas descubríamos un mundo nuevo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola. Sé que me recuerdas. Y yo a ti! Nunca te olvidaré! Que bien escribes, como antaño! No sabes, a pesar de todo, cuanto te admiro! Sigue así...