martes, 12 de febrero de 2008

Entropía - Primera parte

-¿A dónde nos dirigimos exactamente?-.

-Haremos escala en Barcelona para llegar finalmente a nuestro destino: Vic-. El monje se sonrojó. A pesar de la rareza de la susodicha mímica corporal, Oscar se quedó en silencio. Se detuvieron ambos en el andén de la estación, un poco antes de llegar a las escaleras que les llevarían hacia abajo, a un pequeño pasillo en donde se ubicaban las máquinas expendedoras de billetes y los despojos en migajas de lo que habían sido aquellos artilugios que los validaban.

-Si no me cuentas qué ha ocurrido aquí, no te acompañaré-.

* * *

-Esto se pone cada vez más interesante- aprobó y continuó rascándose la cabeza con su "Desert Eagle" - ¿de verdad el budista te contó que está ocurriendo en este planeta?- le inquirió mientras reanudaba su intento de encadenar la bicicleta al poste de luz.

-Sí- formuló el porteño con una voz seca y árida por la cantidad de nicotina y alquitrán que anidaba en su garganta. Miró desinteresado hacia otro lado o más bien, a cualquier parte que no le supusiese encontrarse con aquellos ojos verdes extremadamente punzantes y satíricos.

-Guay, prosigue- sentenció Dani.

* * *

-Esos monstruos...-dijo al tiempo que hacía un ademán en el que señalaba el vagón repleto de cadáveres, que fue estorbado junto con su esclarecimiento por un "los gremlins" reflexivo. - Gremlins no es su apodo original, nosotros los llamamos como se autodenominan: "M..." (al pistolero le pareció entender "Meksas" o "Megsas" en una pronunciación sumamente extraña), y son originarios de nuestro universo-. El Clint Eastwood argentino frunció el seño- ahora sí que me acabo de perder-.

Según pudo extraer de toda la charla que duró más o menos su paciencia racional (unos 5 minutos), los multiuniversos ("cuánticos") formaban interminables elipses. Ésta se había colapsado y varios universos habían desaparecido, a la vez que algunos habían colisionado entre ellos. Gracias a los portales naturales y la simetría entre constantes de ambos universos (el delirante, del monje loco, y el del planeta Tierra) se compactaron y formaron una nueva elipse. Y aunque el "pelado imperturbable" se había ofrecido a aclararle el porqué de las extrañas criaturas y de los cientos de baches en la explicación, Oscar le propinó un puñetazo en la cara y se puso a fumar como una carretilla en el primer escalón, sin dirigirle la palabra durante media hora.

* * *

-Éstos candados no son como los de antes- exclamó extasiado, agotado y sarcástico, mientras forcejeaba con el candado y la bicicleta acompañado de su pistola sobre el asfalto. -¿Para qué mierda la atás?- dijo esbozando una leve sonrisa. -¿No es evidente tío? Para que nadie se la lleve- suspiró a la vez que continuaba ensimismado con su pugna por asegurar su "vehículo de transporte urbano". -Entendido...- se encendió el octavo mentolado matutino.

-Le pegaste… ¿y?-.

* * *

Oscar ante los chillidos provenientes del pasillo, tiró un cigarrillo a la vía del tren, y exhalando su bronca le pidió perdón a regañadientes al monje. Éste no le disculpó, sino que se lo quedó mirando con los ojos muy abiertos ("y las pupilas hinchadas").

-No son muchos, sino tratarían de rodearnos subiendo por el otro andén- balbuceó en un acento lunfardezco. -Cierto, buena observación- y con una mirada de complicidad se colocaron a una distancia prudente. El argentino comenzó a cargar con una avidez impresionante sus armas.

* * *

Tomó su Desert Eagle y con los revólveres cargados ambos se colocaron de espaldas. -¡Por todas partes! Bueno, al menos así los privamos de podernos dar por culo-.
-¡Boludo! ¡Menos palabras y más plomo! -.

* * *

Diez proyectiles dieron en el clavo y unos cuantos puñetazos ("místicos"), combinados con patadas voladoras (“de Chaki-Chan”) y piruetas (“milenarias”) bastaron para barrer a los 15 megsas y teñir de salpicados granates las baldosas de la estación.

* * *

-Has visto, cuatro "head-shots"- enunció satisfecho mientras cargaba su pistola.
-Ya verás cuando agarre práctica- río complacido Oscar amunicionando sus Smith&Weston. Ambos se sentaron extenuados a satisfacer su cansancio con reposo. Como antes, o tal vez, como siempre, había estado al borde de una estocada mortal o un corte que lo hubiera dejado malherido...
...y no siempre podía contar con aquella fortuna.

* * *

- Puede que no sea suerte después de todo-le alentó "el buda" de forma fría, e impasible le obligó a reincorporarse. - Nos vamos- le impuso al pistolero. Éste se palpó los bolsillos y detuvo al monje al segundo paso con un rotundo "Espera"...

...-no sin tabaco-.

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