lunes, 10 de marzo de 2008

Muerte y resurrección Parte 1

Sentía un inmenso dolor. Rabia, arrepentimiento, melancolía, frustración...

...se mezclaban la animadversión que profesaba contra sí mismo y el cariño natural que tenemos a nuestro yo más íntimo (aquél que se ve desbordado en muchas situaciones y que protagoniza en innumerables casos un victimismo patético, prófugo de la realidad que le ha tocado vivir y que le es ajena a sus deseos más recónditos, ocultos en las pulsaciones más etéreas y confusas de su corazón). El miocardio bailaba un tango ambivalente, que contradecía pálpitos ténues con latidos destemplados.

Ése vacío...

...esas ganas de morir dulce y lentamente...

...se hacían exquisitas, sutiles y punzantes.

Extrañaba a los demás y se echaba mucho de menos. En breves segundos, cuando giraba el cuello y dirigía su mirada al pasado añoraba todo lo que había dejado atrás. Y era tanto...

Se despertó dentro de su habitación, sumergido en unas cómodas y calientes sábanas en Vic. El aliento le hedía a tabaco, no se había cepillado los dientes. Cogió su jacketa de cuero negro prácticamente igual a la que había conservado después de la catástrofe mundial, y se la colocó sin apenas pestañear. Estaba vestido. Todo no era más que una fantasía onírica.
Después de intentar por enésima vez, carente de ganas y no con mucho acierto, despertar, pudo plausir una voz interna que le resultó extrañamente familiar: "Déjate llevar".

-¿Amatista?-. Se engendró una elipsis muda un tanto incómoda. Oscar se mantuvo firme e inmóbil de pie, esperando una respuesta.
-Sí, jajaja, no he podido contenerme más. Anda, actúa, ya habrá momento para explicaciones-le impuso aquel bisbiseo intrínseco.

Sintió el menester de inclinar su mirada hacia la izquierda. No sabía por qué pero empezaba a ver colores que no debían figurar en sus visiones: alucinaciones. ¡Mierda! Todo esto no era definitivamente más que un sueño. Se decidió a explorarlo.

Desayunó tostadas con una finísima capa de manteca y neurosis maternas que le eran propias: estaba cansado de fantasear, le costaba concentrarse y que el plano no se evaporase. Eso era todo lo que podía ofrecerse: un plano irreal y que nunca más se volvería a dar. No podía recomponerlo. Nunca descansaría en paz.

-Amatista- le musitó una voz dentro de su cabeza- era el mejor guerrero en galaxias distantes. Fue aquél que provocó que lo necesario se rebelase contra el mismísimo destino humano. Al morir su poder fue encerrado en la piedra que ahora te está induciendo un estado comatoso de LSD-.

-¿Qué coño significa todo esto? ¡Es imposible!- gritó poniéndose de pié y yendo para el balcón.

-Nene, ¿hablás por teléfono? Modelá tu vocabulario. Por cierto… ¿vas a fumar? ¡Tené cuidado con el humo!- le recordó desde la cocina su madre.

Oscar se sentía anonadado encendiéndose un Marlboro que nunca recordó comprar.

-Obviamente es un sueño pero tiene cierto saborcillo a real. ¿Por qué?-.

-He modelado para ti esta realidad ficticia. Mi poder no es tan alto como para reconstruirla, pero si recreártela. Ahora compartimos un mismo cerebro. Sí, y te lo suelto por la cara y sin dar ninguna explicación científica. ¿Sabes, por cierto, como funciona la piedra?-.

-No- dijo dándole dos acompasadas y seguidas caladas al cigarrillo.

-La piedra recrea en aquel que la despierte el poder ilimitado de Amatista durante 12 minutos. Al final la piedra acaba consumiendo el alma del usuario y se funde con éste, perdiendo el sujeto la vida-.

-¿Por qué?- inquirió fumando.

-Porque eres endeble y patético-.

-Vete a la mierda- pensó mientras apagaba la maltrecha colilla en un macetero.

-OK, me esperaba una reacción tuya como esa, he aquí una sorpresa. Mira no sólo he analizado la estructura de tu lenguaje para ponerme en contacto contigo sino que también puedes acceder a mi saber hasta la fecha de mi muerte.

La sala se tornó oscura. Habían once butacas, todas de ellas ocupadas.

-¿Quiénes son?-.

-Los generales de los Megsa. Habitan en una dimensión paralela fusionada a ésta. Estamos en su centro de mando, Yo mismo construí esta habitación. Nos ubicamos en mi primera reunión. Tranquilo no pueden vernos.-.

Oscar vislumbró un rostro joven con una armadura muchísimo más barroca que vagamente le recordó a una serie japonesa. Era Amatista. En las butacas figuraba el mismo guerrero con una cara que aparentaba unos 20 años.

-En ése momento tenía 213 años- sentenció con una sonrisa casi inquietante.

En el centro de la mesa dos mapas enormes, un planisferio sobre el “Besana” y otro sobre el “Olimpo”. Era una locura… ¡un delirio!

-¿Cada general controla una fracción del ejército?-.

-No, cada general tiene autoridad máxima sobre todo el ejército y con los generales inferiores a su rango. Si es muerto en combate oficial por un general más débil o que no perteneciese a la orden, sería sustituido por aquél. Sólo ejercen el control y la tutoría individual de algunos subgenerales que van del 11 al 20 y sólo aquéllos que los tengan como discípulos-.

-¿No están aquí presentes?-.

-No eran necesarios. El hombre del fondo bastante viejo es el jefe Schnell I. Fue asesinado hace poco. Los otros generales están de izquierda a derecha en orden de acuerdo a su rango. Ése soy yo, el noveno-.

-¡Hijo de puta!- exclamó el argentino empujándole -¡eras aliado de los megsas!-.

-No, controlábamos y administrábamos a todos los reinos con justicia y poder. Luego de la gran guerra en la que fui asesinado todo se desbarató y se fue al carajo: megsas por un lado, humanos por otros y los Imperios del Dragón tocando los cojones por el este-.

-Un momento si tú eras tan fuerte, como clamas a los cuatro vientos ser, ¿cómo es que eras el noveno?-.

-Entré en la Asamblea, así es como se hacen llamar en su conjunto, matando al que ocupaba el noveno puesto de un solo golpe-.

-Nunca mostraste tu verdadero potencial-.

-Exacto, y en cuanto me embarqué con los generales en la misión más gloriosa de la historia en el mismísimo cielo, yo fui el único en sobrevivir-.

-¿Cómo resolvemos éste rompecabezas?-.

-Todos los desbarajustes empezaron cuando una civilización alienígena se puso a jugar con los peligrosos portales interdimensionales. Con ellos no sólo puedes viajar al inicio de los tiempos sino también a través del mismísimo universo infinito a distancias remotas. Los multiuniversos espacio-temporales se jodieron literalmente y empezaron a comerse los unos a los otros. El resultado es una hoja de papel a modo de espacio enchastrada con fragmentos de tinta que van pasando de algunos universos a otros como entidades u objetos-.

-Es una liada, sin lugar a dudas, pero creo lograr entender por donde vas-.

-Si quieres establecer el poco orden que queda por hacer en estas ruinas, debes viajar a Besana y matar a los 10 Generales Megsas y al nuevo Jefe-.

-¿Y eso?- le preguntó el pistolero extrañado.

-¿Tienes acaso algo mejor que hacer?-.

-De acuerdo, me has convencido-.

-Dirígete con el monje loco a Barcelona donde le han asignado la misión y luego a Vic. Allí encontrarás el portal que está a punto de cerrarse más cercano para viajar a Besana-.

Vic… era allí donde vivía en sus sueños. Una ciudad desbastada por el caos de los monstruos que la habían invadido. La Tierra y Besana necesitaban un poco de orden y Oscar estaba dispuesto (como en el sueño hizo) a sacar la basura de su casa. Y toda la mugre.

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